Símbolo de
identidad, reclamo turístico, sector económico con pasado pero no se sabe si
con futuro, la sidra forma parte de lo que todo el mundo liga a Asturies.
Posiblemente sea la sidra uno de los
referentes más importantes de lo asturiano, tanto para los propios ciudadanos
de este pequeño país como para los que lo visitan o, cuando menos, saben que
existe.
De hecho, como escribiera Francisco Luque:
"En el
rincón más remoto
una fiesta has de encontrar,
no te faltará la sidra,
tampoco con quien bailar"
una fiesta has de encontrar,
no te faltará la sidra,
tampoco con quien bailar"
Parece ser
que el vocablo asturiano sidra procede del griego sikera, que, a su vez, es una
traducción que los escritores helenistas realizaron del hebreo.
Más tarde, el
latín asume tal palabra como sicera y, a partir de ahí, se extiende por el orbe
romano. Una vez llegado el vocablo a Asturies, empieza a pronunciarse como sidsra para terminar articulándose como sidra, o
sidre, que es la variante oriental.
No obstante,
no creamos que la sicera latina era, necesariamente, nuestra sidra actual, sino
que hacía referencia a cualquier bebida alcohólica distinta del vino.
La sidra es
una bebida típica asturiana, diurética, refrescante, ligeramente embriagadora,
colectivista, popular.
Pero ese
zumo fermentado de la manzana ha pasado por tantas vicisitudes a lo largo de
los años que escribir su historia, es escribir, cuando menos, parte de la
historia de Asturies y, desde luego, gran parte de la intrahistoria.
El manzano,
todo el mundo lo sabe, representa la ciencia y el conocimiento en la tradición
judeocristiana, en la que, entre una mujer y una serpiente, y con el mórbido
mordisco de la fruta, sacaron al hombre del paraíso. ¡No sé qué pensar de
cosmovisiones que consideran que el paraíso es la ignorancia!.
Del mismo
modo, también todo el mundo sabe que la manzana introdujo la discordia entre
los dioses griegos -la verdad es que fue cosa de diosas y del apuesto Paris-,
conflicto familiar que finalizo con la destrucción de Troya a manos de los
protegidos de la vengativa Atenea.
Pero, por
paradójico que parezca, no todos son conocedores de que, en las brumas
primordiales de la historia de Asturies, los celtas consideraban al manzano
como el árbol del amor y a la manzana como la fruta de la suerte.
De hecho, el
dios Lug hizo entrega a los hijos de Tuirean de tres manzanas que procedían de
las huertas de las Hespérides, como preciado regalo por haber dado muerte a
Cian.
De otro
lado, también es conocido que los druidas celtas se reunían a la sombra de sus
manzanos sagrados, como sucedía bajo las ramas del Ynys Afallach bretón y del
Emain Ablach irlandés; tenidas a las que se entregaba también el célebre
Merlín, como puede leerse en la literatura artúrica.
Si cortamos
una manzana por su ecuador, descubriremos la estrella de cinco puntas donde se
alojan las semillas.
La estrella de cinco puntas, también llamada pentángulo,
que ya se muestra en la flor rosada de cinco pétalos, es el símbolo del hombre:
a los cuatro elementos se añade como quinto el espíritu, que eleva al hombre
por encima de la naturaleza.
El
pentángulo -anglicismo procedente del vocablo pentangle- también era conocido
por los celtas como pie de las drudas, que son espíritus nocturnos femeninos, y
constituía, sobre todo, una señal mágica para ahuyentar el mal y para gozar de
poder sobre la suerte.
Por otra
parte, si cortamos la manzana en vertical, por su meridiano diríamos para
mantener el simil geomórfico, observaremos la forma del sexo femenino, la vulva
madre, tan representada en las iglesias medievales asturianas. De este modo, en
la pulpa de la manzana está incluido el amor que nutre y se entrega, y la
fuerza capaz de expulsar el mal y eliminar las desgracias.
Esta es la clave
esotérica de todas las grandes religiones.
Y si en la pulpa de la
manzana se encuentra el amor, en la sidra, amor fermentado, se puede hallar la
esencia sagrada del hombre representado en la estrella de cinco puntas, esa
estrella que también se forma cuando el preciado líquido golpea el vaso.
A este
respecto, Valentín Andrés Álvarez explica luminosamente la cosmología en la que
se envuelve la sidra. Así escribe el último de los grandes economistas
asturianos:
Se echa
alta, muy alta, y revuelve en el vaso una niebla dorada; luego espalma y de la
espuma surge una estrella; y después de bebida y bien paladeada se forjo el
bebedor un mundo alegre y optimista, a la medida de su gusto, un mundo hecho
para su uso particular pero creado en toda regla por breve evolución
cosmológica, que se inicia al revolver la sidra en el vaso, la nebulosa, de la
nebulosa la estrella y de la estrella el mundo.
Pero Álvarez
añade que se trata de:
un mundo tan
lleno de optimismo y de entusiasmo emprendedor que si todos los grandes
proyectos imaginados ante una botella de sidra se realizasen, Asturias sería un
verdadero Edén y la redención plena del pomar lograda, pues si por la manzana
perdimos el paraíso, por la sidra volveríamos a él.
De todos
modos, la sidra no acompaña rituales excesivamente místicos, sino que es bebida
para festejar triunfos guerreros, celebraciones nupciales o fechas saladas en
el inconsciente colectivo popular.
Así como el vino es cosa de sacerdotes
mediterráneos, la sidra es cosa de héroes y villanos del paganismo atlántico.
Es por eso
por lo que el paraíso para los guerreros de aquellas viejas y bárbaras naciones
atlánticas no era sino un lugar cálido, poblado por mujeres extraordinarias y
donde la sidra y los aguardientes fluían como ríos.
Cuando
aquellos héroes morían pasaban a un paraíso de espicha y tonada, además de
sensualidad a raudales.
Sólo hay que recordar que, como se recoge en las leyendas artúricas, en la isla de Avalón los semidioses célticos solamente bebían sidra.
Sólo hay que recordar que, como se recoge en las leyendas artúricas, en la isla de Avalón los semidioses célticos solamente bebían sidra.
Y aquí, con
los de Pelayo y Favila -¡pobre oso, qué indigestión!- dejamos las apasionantes
brumas de la leyenda para adentrarnos en la historia.
En la Edad Media la sidra aparece en multitud de documentos. Era lógico. Una bebida que llevaba entre nosotros un largo milenio y que, sin duda, había alentado ardores patrios en el seno maternal de Covadonga, seguía presente en aquella pequeña nación orgullosamente independiente.
En la Edad Media la sidra aparece en multitud de documentos. Era lógico. Una bebida que llevaba entre nosotros un largo milenio y que, sin duda, había alentado ardores patrios en el seno maternal de Covadonga, seguía presente en aquella pequeña nación orgullosamente independiente.
Incluso en
el acta fundacional de Uviéu se habla de vineis, pomiferis,
Pero podemos
encontrar otros muchos ejemplos entre los siglos VII y XI:
vineas et
pomifera (año 793),
et pomares et vineas (863),
vineas, pomares (863),
pomares, vineas (889),
pomiferis, vineas (951).
et pomares et vineas (863),
vineas, pomares (863),
pomares, vineas (889),
pomiferis, vineas (951).
Pero, ¿dónde se habla de la sidra?, ¿dónde está el vocablo sicera o el fonética sidsra al que ya hice referencia?.
Efectivamente, no se habla de la sidra sino de la manzana, de su madre natural. Pero, como muy bien explica Sánchez Vicente, esta yunción léxica sistemática entre la vid y el manzano responde a que los escribientes agrupaban ambas especies por la similitud de su función, que no era otra que la de producir bebidas alcohólicas.
De otra
parte, la sidra, como tal, también aparece en los documentos medievales. Allá
por el año 780, cuando se funda el monasterio de Oubona, aparece la obligación
de dar a los siervos sicere si potest esse.
Por otro
lado, en el siglo X, parte del precio de determinados bienes muebles se paga en
sidra. Y en 1155, el Fuero de Avilés dice textualmente:
Más de cien
años después, en 1280, un tal Arias Petrus, deja en testamento que por su alma
se den veinte soldadas de pan y sidra. Si con pan y vino se anda el camino, con
pan y sidra se alcanza la gloria. La sidra, no sólo entra en su segundo milenio
como bebida nacional, sino que, además, es viático celestial, palabra de paso
para la eternidad.
Desde esta
época medieval hasta bien entrado el siglo XVII, la sidra continuó siendo la
bebida asturiana por excelencia, aunque siempre compitió con el vino, importado
del exterior y, en ocasiones, llevado hasta las regiones sidreras desde los
concejos del Navia, el Eo y el Narcea. Pero parece ser, y así lo muestra
Xovellanos, que el consumo de sidra quedaba reducido a determinadas fechas y,
especialmente, a la romería de la parroquia.
Ya en el
siglo XVIII, Bruno Fernández Cepeda escribió un largo poema titulado Bayura
d'Asturies. En él, se exalta la riqueza de esta tierra, en la que los salmones
se cogen a patadas, las peras son como melones, las lubinas... ni se miden, las
vacas ubérrimas y un largo etcétera. Y, por su lado, las manzanas sabrosísimas,
lo que permite gozar de una sidra maravillosa:
¡Qué sidre
d'elles se fa¡
¡Qué savrosa, qué dorada!
¡Y como el cuerpu calienta!
¡Como refocila l'alma!
¡Qué savrosa, qué dorada!
¡Y como el cuerpu calienta!
¡Como refocila l'alma!
El que emburrio dos pucheres
quedose com'una pascua,
falatible y gayasperu,
sin sede n'una semana.
Y non
piense: qu'ella sola
enriquez al que la faga,
da don al que non lu tien
y horros y cases levanta.
enriquez al que la faga,
da don al que non lu tien
y horros y cases levanta.
Si bien es cierto que Fernández Cepeda escribe su poema en el siglo XVIII, cuando el campo asturiano -y con éste el país entero- comienza su transformación, lo cierto es que la Asturies de entonces era extremadamente pobre.
Por tanto,
nos encontramos en esta época con un consumo de sidra popular -los ricos no
gustan de tal bebida- y, por tanto, extendido entre los de Asturies, pero sólo
alcanzable en fechas señaladas.
Sea como
fuere, los asturianos de estos duros siglos no podían beber mucha sidra. Claro
que tampoco podían comer muchos pollos. Por eso, si compartimos la pasión que
José Montera vuelca en sus cantos a la sidra, mucho nos temeremos que, con la
edad dorada y primordial, entre las brumas de un pasado semisalvaje que podemos
creer paradisíaco o bajo los arcos triunfales de Ramiros y de Alfonsos, se
había ido el buen beber. Escribía Montero en 1918:
Agrio vino
de manzanas,
agridulce vino de oro
de las viñas asturianas,
cuando escancia tu raudal limpio y sonoro
agridulce vino de oro
de las viñas asturianas,
cuando escancia tu raudal limpio y sonoro
en las jarras aldeanas
una moza con los labios encendidos de coral,
tu áureo néctar beberían,
por tu gloria brindarían,
y su espada y su talante rendirían
los arqueros de Son Jorge
de los cuadros de Franz Hals.
una moza con los labios encendidos de coral,
tu áureo néctar beberían,
por tu gloria brindarían,
y su espada y su talante rendirían
los arqueros de Son Jorge
de los cuadros de Franz Hals.
Repito lo
dicho: si sentimos con el poeta, podríamos convenir que, tal vez, las tribus
astúricas y los vasallos de los reyes asturianos vivían mejor que los aldeanos
y protoproletarios del siglo XVII, porque bebían mejor.
Xovellanos
nos cuenta como, en esta época, las plantaciones para sidra crecen -dice de
forma textual- prodigiosamente. En su informe sobre la ley agraria, escribe que
las huertas de naranja de Asturias, y aún muchos prados y heredades, se
convirtieron en pomaradas por el aumento del consumo y precios de la sidra.
El proceso
de expansión de la manzana debió ser impresionante -recordemos que Xovellanos
emplea la palabra prodigioso-, puesto que la oferta no sólo satisfacía una
demanda creciente, sino que se comenzó una fuerte exportación a América,
Galicia, Vizcaya y Santander. De hecho, del total de productos alimentarios
embarcados en Xixón en la última década del XVIII, entre un cincuenta y un cien
por cien correspondía a la sidra, según los años.
No hay
que olvidar que Xovellanos proponía para Asturies, entre otras cosas, la
potenciación de una clase campesina de pequeños propietarios, capaces de
realizar la revolución productiva que había tenido lugar en Francia. ¡Todo un
fisiócrata a veces, don Gaspar Melchor¡.
En definitiva, parte de nuestro progreso industrial fue propiciado por la gran
afición a la bebida que siempre tuvimos los asturianos. Convendría a los
moralistas de toda laya revisar sus opiniones, juicios y prejuicios
pretendidamente objetivados. Parece lógico que, en este preciso momento
histórico, la sidra sea celebrada por todos lados y sus virtudes se alaben en todas
partes, incluso en documentos oficiales. Así se puede leer en los archivos de
Avilés:
La sidra de
Asturias es más necesaria que el vino; unas veces se hace de ella comercio, y
prueba perfectamente a los naturales, lo mismo que la cerbeza o los Yngleses y
Vizcaynos. Su gusto es más agradable que el de ésta y aún que el del vino,
estando bien cocida y sazonada fortifica los espíritus, caliento el estómago y
templa al mismo tiempo la sangre, produciendo en el cuerpo humano efectos
maravillosos que no tiene el vino.
Sólo nos
queda por saber si aquella sidra dieciochesca era buena o mala. !A ver si va a
resultar que los asturianos del despegue económico bebían más que sus abuelos
pero mucho peor!.
De nuevo tenemos que acudir a Townsend quien dice, sin sonrojarse, que la sidra asturiana es peor que la inglesa. Y añade que se le presta poca atención, no se deja a la manzana que esté suficiente tiempo en el árbol, ni se escogen las mejores especies, ni se las deja destilar bastante; no se arrojan los frutos malos ni se traslada la sidra cuando se está aclarando.
Además, observa que el muérdago (nuestro mítico, amoroso y entrañable arfueyu) crece a sus anchas en los manzanos.
Panorama desolador. Sidra mala, sidreros peores y cosecheros pésimos.
No sé que pensar de esta observación y seguro que debería matizarse.
Al fin y al cabo, nuestro impertinente proviene de un país donde comen riñones con mermelada, hierven la carne de buey en salsa de menta y untan el pan con crema de cacahuetes.
No obstante, un autor tan poco sospechoso de antiasturianismo como Sánchez Vicente, dice que, por lo que podemos saber sobre la forma de elaborar la sidra en Asturies, la opinión de Townsend no seria -dice textualmente- del todo desatinada.
De nuevo tenemos que acudir a Townsend quien dice, sin sonrojarse, que la sidra asturiana es peor que la inglesa. Y añade que se le presta poca atención, no se deja a la manzana que esté suficiente tiempo en el árbol, ni se escogen las mejores especies, ni se las deja destilar bastante; no se arrojan los frutos malos ni se traslada la sidra cuando se está aclarando.
Además, observa que el muérdago (nuestro mítico, amoroso y entrañable arfueyu) crece a sus anchas en los manzanos.
Panorama desolador. Sidra mala, sidreros peores y cosecheros pésimos.
No sé que pensar de esta observación y seguro que debería matizarse.
Al fin y al cabo, nuestro impertinente proviene de un país donde comen riñones con mermelada, hierven la carne de buey en salsa de menta y untan el pan con crema de cacahuetes.
No obstante, un autor tan poco sospechoso de antiasturianismo como Sánchez Vicente, dice que, por lo que podemos saber sobre la forma de elaborar la sidra en Asturies, la opinión de Townsend no seria -dice textualmente- del todo desatinada.
¡Pobres del
viajero inglés y del político y escritor asturiano si los coge, a última hora
de una romería, el poeta Marcos del Torniello!.
A min naide
me retruque
nin me lleve la contrario
cuandu falo de la sidra
que se bebe na quintana.
nin me lleve la contrario
cuandu falo de la sidra
que se bebe na quintana.
No obstante,
Caunedo y Cuenlla, cohetáneo de Townsend, afirma que la sidra de Villaviciosa
es la mejor de toda Asturies y que sería difícil encontrar en toda Europa otra
de igual calidad. Añadamos, aprovechando un muy afortunado eslogan publicitario
que... posiblemente.
Y, sin duda,
quien se atreve a ir más lejos en la defensa de la sidra asturiana es la
francesa Toussaint-Samat, la cual, en su tratado enciclopédico acerca de la
historia de la alimentación dice que, aunque Francia, Irlanda, Inglaterra,
América del Norte, Suiza, Austria y Luxemburgo producen sidra, la mejor de
todas desde hace quince siglos es la sidra de Asturies.
Compañeros,
lo dice una francesa.- al menos desde la débil frontera entre la antigüedad y
el medievo, nuestra sidra es la mejor.
El siglo XIX
representa otro salto hacia adelante de nuestra bebida nacional. Así como la sidra fue la bebida de las clases populares en siglos pasados, así
la achampanada lo es en la actualidad, sobre todo tras las fronteras de
Payares.
Es el cava democrático.
Es el cava democrático.
¡Chachu, pon
una de zampan¡
¿De la viuda?
Cagonmimantu, ¿morriera'l gaiteru?
¿De la viuda?
Cagonmimantu, ¿morriera'l gaiteru?
El Escanciado
Echar es dejar caer la sidra de la botella al vaso. Su origen viene de la espicha, en la que la sidra cae desde la pipa al vaso o a la jarra. Así se logra el mismo efecto que desde el tonel.
Siguiendo este ritual se pretende reafirmar las cualidades de la sidra, despertar el carbono endógeno y volatilizar parte del ácido acético que la sidra posee.
Siguiendo este ritual se pretende reafirmar las cualidades de la sidra, despertar el carbono endógeno y volatilizar parte del ácido acético que la sidra posee.
Las medidas del vaso, 12 centímetros de alto, 9 de boca y 7 de culo, hacen que la evaporación sea mayor, llegándonos mejor su olor favorecido por las burbujas de anhídrido carbónico y aire formadas al chocar la sidra contra las paredes del vaso.
El decálogo para echar sidra nos dice que la postura debe ser recta sin ser rígida; el brazo que sostiene la botella ha de estar estirado por encima de la cabeza.
El brazo que tiene el vaso ha de estar estirado hacia abajo y en el centro del cuerpo. La botella, una vez inclinada para echar el culete, ha de estar bien cogida con los dedeos índice, corazón y anular por su cuerpo, y con el meñique por su culo; los dedos que cogen la botella no la deben rebasar en dirección a la boca de la misma.
El brazo que tiene el vaso ha de estar estirado hacia abajo y en el centro del cuerpo. La botella, una vez inclinada para echar el culete, ha de estar bien cogida con los dedeos índice, corazón y anular por su cuerpo, y con el meñique por su culo; los dedos que cogen la botella no la deben rebasar en dirección a la boca de la misma.
El vaso se coge con los dedos pulgar e índice, mientras que el corazón se asienta en el culo, y el anular y el meñique se encuentran recogidos en la palma de la mano; el vaso no se debe mover del centro del cuerpo, lo que significa que es el chorro de sidra el que ha de buscar el vaso; el corcho puede cogerse con los dedos anular y meñique de la mano encargada de sostener el vaso; al servir el culete si se retira el dedo pulgar del vaso se facilita la toma del mismo por parte del vecero; el echador siempre ha de procurar que la sidra espalme.
Al gas que la sidra produce una vez echada se le llama estrella. El pegue o grano es la capacidad de los restos de la sidra para fijarse a la pared del vaso después de haber sido bebida la sidra.
Por último, se llama aguante a las burbujitas que continúan en la sidra después de espalmar. Estas son las características propias de la sidra de calidad.
Sidra de Asturias "El mejor aperitivo del mundo"
"Para empezar... Sidra de Asturias siempre"
Por último, se llama aguante a las burbujitas que continúan en la sidra después de espalmar. Estas son las características propias de la sidra de calidad.
Sidra de Asturias "El mejor aperitivo del mundo"
Puede que algunas de las razones por las que consideramos las Sidras de Asturias como "inmejorable aperitivo", jueguen un papel psicológico, pero no nos cabe ninguna duda que sus cualidades organolépticas ejercen un importante factor fisiológico como complemento de los alimentos.
"Para empezar... Sidra de Asturias siempre"
En el transcurso de una comida, la sensibilidad sensorial va disminuyendo, los sentidos se van adormeciendo progresivamente, de manera que es aconsejable ir ordenando los platos y bebidas en función de su potencial y gradación de sabores; las bebidas ligeras, frescas, de baja graduación alcohólica serán las más indicadas para empezar.
Fuentes:
David M. Rivas
David M. Rivas
Fragmento del discurso del Curso de Verano de la Universidad de Oviedo 1997.
Pàgina del consejo Regulador de la Sidra de Asturias
Espectacular!! He quedado maravillado por esta nota llena de color y saber.. muchas gracias!!
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