miércoles, 31 de octubre de 2012

La Capilla Sixtina Milagro de Miguel Angel




En este mes de Octubre cumple 500 años.

La Capilla Sixtina debe su nombre al papa Sixto IV della Rovere (1471-1484), que quiso edificar un nuevo ambiente de grandes dimensiones en el lugar donde surgía la “Capilla Magna”, aula fortificada de edad medieval, destinada a las reuniones de la corte papal.

Según algunos especialistas, las medidas del aula (40,23 metros de largo, 13,40 de ancho por 20,70 de altura), tendrían la finalidad de reproducir las del gran templo de Salomón en Jerusalén, destruido por los romanos en el año 70 d.J.C.

La entrada principal de la Capilla, en el lado opuesto a la actual, más pequeña, está precedida por la grandiosa Sala Regia, destinada a las audiencias. 
Unas ventanas cimbreadas (arqueadas en la parte superior) aseguran la iluminación del ambiente y el techo, con bóveda en cañón, se une a las paredes laterales de lunetas (o bovedillas) y enjutas triangulares.

Terminada la estructura arquitectónica en 1481, el papa Sixto IV llamó a los más famosos pintores florentinos, Botticelli, Ghirlandaio, Cosimo Rosselli y Signorelli; de Umbría, a Perugino y Pinturicchio para la decoración de la Capilla. 

Estos artistas decoraron las paredes laterales, divididas en tres franjas horizontales, y marcadas verticalmente por elegantes pilastras salientes.
El cielo o techo dela Capilla, como muestra un famoso dibujo del Cinquecento hoy en los Uffizi de Florencia, hasta la altura de las lunetas había sido decorado con estrellas doradas sobre fondo azul por el pintor Pier Matteo d’Amelia.

Tocó al sobrino de Sixto IV, el emprendedor Giuliano della Rovere, más tarde papa Julio II (1503-1513), hacer que se completaran las decoraciones pictóricas del interior de la Capilla y, en el ámbito de una grandiosa renovación de la ciudad, llamó a Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) a Roma.

En mayo de 1508 Michelangelo Buonarrotti aceptó de mala gana el encargo que le hizo el papa Julio II para que decorara la  bóveda de la Capilla Sixtina.

 Se le acababa de hurtar por intrigas políticas el  proyecto escultórico del mausoleo del Papa, del que llevaba ya varias piezas trabajadas, y no tenía ninguna gana de cambiar de proyecto y menos por uno pictórico.

Al artista tampoco le gustaba el tema que le propuso Julio II, representar a los doce apóstoles.
Tras un mal comienzo, decide licenciar a los ayudantes que le rodean, hace borrar lo que ya estaba pintado, y rebosante de inspiración se encierra a solas con su obra para realizar sin apenas descanso una obra que asombra por el ingenio que derrocha al representar cerca de 350 figuras sobre nada menos que 500 metros cuadrados de superficie (13,75 x 39 metros).

La obra fue realizada en cuatro años de duro trabajo, (de 1508 a 1512), y su tema es la historia de la humanidad en el período que precede al nacimiento de Cristo.

 La pintura de la pared con el “Juicio Final” fue realizada más tarde por el mismo artista: de 1536 a 1541, apetición del papa Paulo III Farnesio (1534-1549), que le había confirmado el encargo del anterior papa Clemente VII (1523-1534).

Esta vez el tema representado es el Hado ineluctable, amenaza que se cierne sobre todos los hombres, pues sólo Dios es el árbitro del destino humano.


Las escenas centrales del Génesis. 

Miguel Ángel desarrolló un nuevo programa iconográfico cuyo tema central fue el libro del Génesis, desde la creación a la caída del hombre en el pecado. 
El Dios que creó el mundo y todas sus criaturas, pero que también castigó a la humanidad por su pecado a sufrir con el trabajo y el dolor.

Hay nueve escenas centrales: cuatro en rectángulos de gran formato y cinco en pequeño. 

Los grandes narran cronológicamente: La separación de la luz y las tinieblas.
 La creación de Adán.

El pecado original y la expulsión del jardín del Edén .

Y El diluvio universal. 

En los cinco rectángulos más pequeños aparecen: La creación de los astros, La separación de tierras y aguas.

 La creación de Eva, El sacrificio de Noé y La embriaguez de Noé. Algunas de estas escenas no habían sido pintadas en el renacimiento por ser difíciles de llevar a materialización plástica.

La escena más famosa es la de La creación de Adán. Dios Padre, llevado por un grupo de ángeles y arropando con su brazo izquierdo a la preconcebida Eva, da vida con un ligero toque de su dedo índice a Adán, el primer hombre. 

La figura de Dios Padre es atlética y enérgica, está en plena tensión y su cabello y su capa es movida por el viento. Adán es un bello kuros que empieza a despertar. Su cuerpo refleja los ideales clásicos. 
El acercamiento de sus dedos sobre un fondo neutro produce un efecto de alta intensidad muy notable, que se ha convertido en el detalle más señalado del tema.

Pinchando en las imàgenes se ven a mas resoluciòn.
Continuarà  pronto.

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