viernes, 8 de junio de 2012

MIGUEL HERNANDEZ NANAS DE LA CEBOLLA



 "Las nanas de la cebolla" uno de sus poemas más conocidos. Está dedicado a su segundo hijo Manuel Miguel , al recibir una carta de su mujer en la cárcel donde le decía que no comía más que pan y... cebolla.
Miguel hernandez, que murio en 1942, escribio durante su encarcelamiento a su mujer :

"Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche.
Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros o desesperarme..." y envio la nana a su esposa, y nunca pudo ver a su hijo. 



La cebolla es escarcha 
cerrada y pobre. 
Escarcha de tus días 
y de mis noches. 
Hambre y cebolla, 
hielo negro y escarcha 
grande y redonda. 

En la cuna del hambre 
mi niño estaba. 
Con sangre de cebolla 
se amamantaba. 
Pero tu sangre, 
escarchada de azúcar 
cebolla y hambre. 


Una mujer morena 
resuelta en lunas 
se derrama hilo a hilo 
sobre la cuna. 
Ríete niño 
que te traigo la luna 
cuando es preciso. 

Tu risa me hace libre, 
me pone alas. 
Soledades me quita, 
cárcel me arranca. 
Boca que vuela, 
corazón que en tus labios 
relampaguea. 

Es tu risa la espada 
más victoriosa, 
vencedor de las flores 
y las alondras. 
Rival del sol. 
Porvenir de mis huesos 
y de mi amor. 

Desperté de ser niño: 
nunca despiertes. 
Triste llevo la boca: 
ríete siempre. 
Siempre en la cuna 
defendiendo la risa 
pluma por pluma. 

Al octavo mes ríes 
con cinco azahares. 
Con cinco diminutas 
ferocidades. 
Con cinco dientes 
como cinco jazmines 
adolescentes. 

Frontera de los besos 
serán mañana, 
cuando en la dentadura 
sientas un arma. 
Sientas un fuego 
correr dientes abajo 
buscando el centro. 

Vuela niño en la doble 
luna del pecho: 
él, triste de cebolla, 
tú satisfecho. 
No te derrumbes. 
No sepas lo que pasa 
ni lo que ocurre. 
Contaba  Josefina : 

 "La risa es lo que más abundaba. Cantábamos. Al principio a mí me daba vergüenza que me oyera cantar y me lo sufría. Un día que el primer hijo tenía sobre un mes, con él en brazos, rompí el silencio y me preguntó asombrado: 

–¿Qué, esperabas ser madre para cantar?." 


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