jueves, 22 de marzo de 2012

Sexo en el Antiguo Egipto


La sexualidad en el antiguo Egipto 





A diferencia de otras civilizaciones antiguas, los egipcios no solían representar sus costumbres o prácticas amorosas en sus manifestaciones artísticas. Así, no encontraremos en Egipto nada parecido a los explícitos relieves hindúes, ni a las desinhibidas orgías griegas o romanas.
 Esto no significa en modo alguno que fueran un pueblo que no demostrara interés por estos aspectos, ya que, como en toda cultura antigua, se daba importancia extrema al hecho de la procreación, debido al alto índice de mortalidad infantil.
 Se calcula que una mujer en Egipto tenía una media de 5-7 hijos durante su periodo fértil, muchos de los cuales no sobrevivían los dos años. Pero vamos a ver este tema por jerarquías, empezando por lo más alto, es decir, los dioses.

 Todo aquel que haya leído algo sobre el Mito de la Creación en el Antiguo Egipto se habrá parado a pensar en cuál fue el origen de los dioses.
Según la Teología Heliopolitana en el principio el mundo era un caos acuático en el cual existía Atum (?aquel que existe por sí mismo?)
En este caos emergió una elevación de tierra, que conocemos como Colina Primigenia o Piedra Ben-Ben, donde Atum se posó por propia voluntad. Allí Atum con su propio semen creó una pareja de dioses. Dice el texto de la creación en palabras de Atum:
Atum creando el mundo 
(...) Yo soy el que me uní con mi mano cerrada, y me uní conmigo mismo en un abrazo con mi sombra; derramé semen en mi propia boca, y escupí a Shu y a la humedad como Tefnut...

Shu sería el dios del aire y del vacío aéreo, y Tefnut sería la diosa de la humedad. De la unión de estos dos dioses nacieron Nut (diosa del cielo) y Geb (dios de la tierra).
Al contrario que en otras culturas el elemento masculino de esta cosmogonía es la Tierra, y el femenino el Cielo. El dios Shu (Aire) mantiene separados a Nut y a Geb impidiendo su unión.
En algunas representaciones, el dios Geb, que normalmente aparece como un hombre recostado en la tierra, aparece con un gran falo erecto tratando de alcanzar a su diosa Nut, si bien Shu cumple su función separadora.
Esto permanece así durante los 36 decanatos (360 días) En cambio durante los cinco días epagómenos (los que faltan para completar los 365 días del año) Shu se distrae y la pareja puede engendrar. De la unión de Geb y Nut nacen dos parejas de gemelos,

 Osiris, Set e Isis Neftis. Estos dioses completarían la Enéada Heliopolitana. Vemos que en el origen de la creación existe ya una fuerte carga sexual.
Los dioses también intervienen en lo que llamamos teogamias. Una teogamia era una representación de tipo propagandístico que algunos faraones hacían esculpir en las paredes de los templos para dar testimonio de su origen divino.
Cuando accedía al trono un personaje de sangre no real, de sucesión controvertida o de origen dudoso, seguían un sistema legitimador de la divinidad del faraón: hacían representar una teogamia.

En una teogamia aparecen la madre del futuro faraón sentada frente al dios Amón, quien le acerca a la nariz un signo anj, como símbolo de vida.
Ambos están sentados en un trono de estrellas sujeto por las cabezas de las diosas Neith y Selkit, quienes también sujetan en las palmas de sus manos las plantas de los pies de la divina pareja. Apenas un par de detalles nos dan indicación de que esto es una representación oficial del acto sexual:

  La mujer y el dios tienen las piernas entrecruzadas de frente. 
  Tienen las manos cogidas.
 
  El dios lleva en la cintura un nudo tit como símbolo de sus genitales.
Pero nada más nos indica de modo evidente que se trate de una relación carnal entre el dios y la madre del faraón. Sólo los textos ayudan a comprender lo representado.

(...)La encontró dormida en las profundidades de palacio, pero su divina fragancia la despertó y ella le sonrió. Él sintió avivarse su deseo y se acercó a ella inmediatamente. Le dio su corazón y le reveló su verdadera forma divina. Según se le acercaba, ella percibió su belleza y se alegró. Entonces el amor de él fluyó a través de su cuerpo y el palacio se inundó de un aroma celestial, con toda la fragancia del Punt.....

Con esta sencilla representación y su explicación por medio de los textos, el origen y divinidad del faraón quedaban legitimados, puesto que se garantizaba que el propio dios Amón era quien lo había engendrado.
Por otra parte, después del asesinato de Osiris por parte de su hermano, el malvado Set, las dos hermanas Isis y Neftis recorrieron el país en busca del cadáver del esposo de Isis.

 Cuando lo tuvieron, Isis se transformó en pájaro y batiendo las alas logra que el miembro viril de Osiris entre en erección. Entonces ella recibe la sagrada semilla y engendra a Horus.
Es también frecuente encontrar unas estatuillas conocidas como Osiris Vegetante, que representan a un Osiris hecho de barro del Nilo y semillas. Esta imagen que aparece momificada y dentro de un sarcófago, también aparece itifálica, y estaba destinada a ritos funerarios de renacimiento, puesto que las semillas germinaban en el barro y formaban un Osiris vegetal.

Las diosas también tenían su código amoroso para con los faraones, y es frecuente ver a la diosa Hathor o a Isis ofreciéndole un collar menat al rey. Esto era igualmente signo de relación sexual. A menudo también vemos a los faraones alimentados por el pecho de alguna diosa, como muestra de su divinidad.

Y para finalizar con las divinidades tenemos al dios itifálico por excelencia. Nos referimos al dios Min, que es una forma de Amón que se veneraba en Ombos.
 Este dios siempre aparece momificado con dos largas cintas colgando de su tocado de plumas. Su mano derecha está levantada y sostiene un flabelo, mientras que la otra mano esta entre las vendas.

Siempre aparece con un gran pene en erección, y tras él suele haber la representación simbólica de un campo con sus canales de irrigación y unas cuantas plantas de lechuga verticales.

La lechuga se consideraba planta asociada a la sexualidad y a la fertilidad debido al líquido blancuzco que sale de su tronco al partirla. Se decía que hacía fértiles a las mujeres y enamoraba a los hombres.

Pasemos ahora a la sexualidad en la realeza, examinando los aspectos más curiosos de las costumbres egipcias Los faraones tenían una esposa principal (la hemet-weret-nsw), que era la que aparecía con él en la mayoría de las representaciones de escenas oficiales. 


Además de esta esposa principal, tenía varias esposas secundarias (que podían heredar la ?principalidad? en caso de fallecimiento de la anterior) y además, contaban con un nutrido harén de concubinas. Todos los hijos de un faraón eran príncipes, tanto si eran de esposa principal, como de concubina, ya que todos venían de la estirpe del dios en la tierra.

Mucha tinta ha corrido sobre el tema de los matrimonios entre hermanos, y, a veces, entre padres e hijas. Esto era una forma de impedir que sangre no real "mancillara" la pureza de la dinastía. Si estos matrimonios eran efectivos, o sólo era algo de tipo oficial, es algo que es difícil de calibrar.

Al parecer si que hubo un tiempo en que estas relaciones incestuosas se consideraban normales, si bien esto se daba exclusivamente en la realeza. Concretamente en época amárnica esto parece haber sido así. Por otra parte parece algo ilógico que un faraón con un gran harén de mujeres a su disposición fuera a tener relaciones con sus hijas.
Hemos dicho que todos los hijos del rey se consideraban de sangre real, pero ¿qué pasaba con los hijos de las mujeres de la realeza? En este caso sí que parece que los matrimonios entre hermanos fueran la única manera de que no entrara sangre impura en la familia
. Esto también habría que tomarlo con cautela, puesto que hubiera supuesto un altísimo grado de consanguinidad. 
Los egipcios no hacían distinción entre "esposa" "hermana" "amante", y utilizaban la palabra senit, que literalmente quiere decir "par" Quizás esto ha dado lugar a confusión.
Sin llegar a representar orgías ni nada por el estilo, sí que hay algunas representaciones del faraón con alguna concubina, o alguna jovencita nubia en actitud previa al encuentro amoroso.

Así en Medinet Habu, Templo de Millones de Años de Ramsés III, vemos una serie de imágenes relativas al juego amoroso previo al encuentro sexual. En ellas vemos al rey sentado en su trono mientras a sus ojos se ofrecen una serie de jóvenes desnudas, aunque con joyas y complicadas pelucas y adornos en la cabeza
. Dos jóvenes, una blanca y una negra ofrecen al rey unos vasos llenos de granadas e higos (dos frutas asociadas a la sexualidad femenina y masculina). En otra imagen vemos como el rey acaricia la barbilla de otra de las jóvenes, mientras ella toca suavemente la tetilla real.

Otra de las imágenes nos muestra al rey sentado en su trono jugando al senet con una muchacha, mientras pasa el brazo por el cuello de otra chica que igualmente pasa su mano por la cintura del rey tocándole el pezón a Su Majestad.
 Al parecer todo esto formaba parte de los prolegómenos antes de que el rey hiciera su elección. Finalmente el rey elige a una de ellas tocando levemente el sexo de la mujer con su mano izquierda.

Algo que nos da idea de la liberalidad de costumbres de los egipcios es el hecho de que, entre la gente del pueblo, la patria potestad de los hijos era en primer lugar de la madre, pero si esta moría, los hijos eran responsabilidad del hermano de la madre fallecida. Esto era un modo de asegurar una consanguinidad cierta con el tutor de los hijos. Lógicamente el hermano de la madre llevaba la misma sangre de la madre, y por lo tanto de sus hijos. Mientras que cabría duda sobre si los hijos eran del marido de la mujer o no. El que la ley fuera así da idea de que no debía ser infrecuente que se engendraran hijos fuera del matrimonio.

En cuanto a las prostitutas, eran normalmente bailarinas y ejercían su oficio en tabernas, etc. En el Papiro erótico de Turín se nos muestra una gran variedad de posiciones para realizar el acto sexual, algunas de ellas ciertamente acrobáticas. Estas mujeres solían ir muy maquilladas y llevaban tatuajes del dios Bes en sus muslos. Tanto por los ostraca, como por el mencionado Papiro, sabemos que realizaban el acto carnal igualmente de frente que con la mujer de espaldas. Si bien en este caso, la cabeza de la mujer aparece girada mirando al hombre, y este le levanta un mechón de pelo, quizás para verle la cara, o para mantenerla sujeta. 


Estas representaciones muestran unos miembros viriles desproporcionadamente grandes y las escenas están totalmente exentas de pudor y llenas de naturalidad. Concretamente hay una en la que varias mujeres transportan a un hombre exhausto y desfallecido, con su enorme pene cayendo fláccido por su costado.

En cuanto a las prácticas sexuales poco usuales, debemos citar la homosexualidad como la primera de ellas. Todos hemos visto la tumba de los manicuristas Khnumhotep y Niankhnum (Saqqarah Din. V), en que ambos amigos se representan con los labios casi juntos y también con las piernas entrecruzadas, al estilo de las teogamias reales.

En cuanto a la homosexualidad femenina, las únicas fuentes se reducen a las típicas escenas de harén, o banquetes, en las que las mujeres se acarician, se ungen con perfume unas a otras, se ofrecen mandrágoras o se intercambian joyas, con gestos que son veladamente explícitos de una relación lésbica.
Al parecer no existía un tabú para las prácticas homosexuales, si bien no son demasiado frecuentes en las representaciones, es decir, lógicamente existían, pero tampoco eran muy partidarios de mostrarlas, al menos de modo explícito.
Como conclusión debemos suponer que los egipcios disfrutaron de una vida sexual intensa y saludable en términos generales, como cabría esperar de un pueblo de clima cálido. El hecho de que sean más discretos que otras culturas a la hora de representar oficialmente sus costumbres no debe confundirnos. No hay que olvidar que las representaciones que han llegado hasta nosotros son de tipo oficial (en los templos) y funerario. En ninguno de estos entornos parece tener cabida la sexualidad. Pero tanto en el Papiro Erótico de Turín, como en muchos ostraca -algunos en el Museo Británico de Londres- nos dan una idea más que aproximada de que sus costumbres sexuales diferían poco de las de otros pueblos de su entorno geográfico. Como diríamos actualmente, no hay nada nuevo bajo el sol.



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