martes, 13 de marzo de 2012

MUJER LAKOTA LAS EDADES DE UNA VIDA



Los lakota o lakhota son un pueblo nomada que vivía en las márgenes del norte del río Misuri. A finales del siglo XVIII estaban establecidos en la pradera central del subcontinente norteamericano.
 Con el tiempo y el empuje de los colonos de origen europeo se convirtieron en un pueblo nómada, ocupando lo que hoy son los estados de Minnesota, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Nebraska y Wyoming
Se dividían en dos grandes grupos: los Dakota eran mayoritariamente agricultores, mientras que los lakotas se hicieron cazadores y pasaron a dominar una extensa zona de la pradera, sobre todo desde la llegada del caballo, introducido por los españoles en el continente americano.
 Su dominio se fue diluyendo a medida que la frontera de los Estados Unidos avanzaba hacia el oeste e iba eliminando los bisontes, fuente de la subsistencia de este pueblo. 
Las grandes batallas y conflictos no fueron más que el canto del cisne de unas tribus a las que se había privado de los medios de supervivencia y a quienes se les habían importado enfermedades y alcohol, que resultaron las principales causas de mortalidad.

MUJER LAKOTA
ANTES DEL NACIMIENTO
Las creencias lakota indican que una parte del espíritu de la persona, llamada «tun», vive eternamente y vuelve periódicamente para encarnarse en un recién nacido. Sin el «tun» el bebé no podría vivir. 

Como el «tun» viene de otra parte, cuando nace el niño la gente dice: «hoksicala wan icimani hi» (un bebé viajero ha llegado).

EL REGRESO DE «TUN»: EL NACIMIENTO
Todos los niños, especialmente durante su primer año de vida, son considerados «wakan» (sagrados). Los Lakota creen que durante ese período es imprescindible tratar a los niños de forma conveniente.

En el momento del nacimiento, la comadrona -a menudo la abuela o una tía de la madre- corta el cordón umbilical con un cuchillo afilado y limpia la boca del bebé.


También prepara la placenta envolviéndola en un trozo de piel de ciervo y colocándola en lo alto de un árbol para que los animales no puedan encontrarla y no ejerzan ninguna influencia nefasta sobre el recién nacido. 

Los abuelos hacen un saquito de piel con la forma del lagarto de las arenas (animal altamente considerado por su longevidad) al que llaman «t'elanunwe» (el que parece que va a morir y revive) donde ponen el cordón umbilical.




A continuación os damos una pequeña explicación de los siete ritos de la pipa sagrada, que fueron aportados al pueblo Lakota (Sioux) por Pta Win "la mujer bisonte blanco"

Búsqueda de la visión

En la búsqueda de visión, una persona reza por la tierra, por sus mayores y por los niños, por la curación de un familiar o por muchas otras cosas importantes. Un hombre debe prepararse durante todo un año, debe de ser un ejemplo para los demás, apoyar a las personas que entran en contacto con él, y saber que no por hacer todo esto se le concederá una visión. 



Antes de todo esto la persona deberá enviar su pipa a la persona que quiere que le apoye como guía en su búsqueda y a veces podemos pedir la ayuda de algunos amigos, aunque todo esto no es imprescindible.


Antes de partir al lugar donde realizará la búsqueda, entraremos en la Inipi y aremos lo mismo al cabo de tres o cuatro días, que son los que ha de permanecer la persona rezando sin beber ni comer, solo en un agujero con la única compañía de su pipa cargada y una manta o piel de bisonte.

Iniunkayaktelo / Inipi


«WINCIKALA», LA INFANCIA´


Más tarde el «t'elanunwe» se coloca en la cuna y después en una de las trenzas de la niña. Creen que si el cordón se tira o no está suficientemente a la vista el niño será demasiado curioso. 
Así que, muchas veces, cuando el niño es demasiado curioso, los adultos le preguntan : «Cepka, oyale he?» (¿Buscas tu cordón umbilical?).

Chicas y chicos reciben un nombre que puede referirse a un hecho natural destacado, a un pariente, a un miembro destacado de la tribu ya muerto o a un hecho histórico que el «tiyospaye» (familia extensa) juzgue importante.



 También reciben un nombre ritual que es utilizado por el «Tyapaha» (anunciador) en el transcurso de ceremonias especiales como la Danza de la Victoria.
Al primer nacido se le llama «witokapa» si es niña y «wikatikapa» si es niño. Al último que nace se nombra «hakela» o «hakokta» según sea niño o niña.
Los nombres femeninos se distinguen de los masculinos por un sufijo. Así, por ejemplo, el nombre masculino «Mahpiya Ska» (Nube Blanca) se convierte en el femenino «Mahpiya Ska Win».


El aprendizaje a través de juegos y de leyendas


La niña jugaba con muñecas y tipis en miniatura. Cuando era suficientemente grande para montar a caballo (a los tres o cuatro años), se le daban accesorios de mujer parecidos a los de su madre: una funda de cuchillo, una caja de leznas y un raspador (herramienta para curtir pieles).

Los juegos no son simples actividades de esparcimiento. Muchos tienen un contenido ritual como el «tapa wankayeyapi», que se desarrolla como un juego, pero que, de hecho, es una lección ritual. Los niños, desde muy pequeños, tenían ocasión de ver y seguir el desarrollo de las grandes ceremonias.
 Se les enseñaba a tratar la pipa sagrada con respeto, a no manipularla en contra del sentido común y a extraerla de su funda con cuidado.

Al anochecer, alrededor del fuego, las niñas y los niños escuchaban con impaciencia a los contadores de historias que narraban las «ohunkakan» (historias para reír) y las «wikowokaye» (leyendas). Las «ohunkakan» tenían como función enseñar las buenas maneras y las conveniencias del comportamiento social indicando además aquello que se debía evitar. 
Tenían a menudo como protagonistas a personajes mitológicos como «lktomi» (la araña), héroe en la cultura lakota. Las «wikowokaye» relataban hechos importantes de la historia lakota, normalmente relacionados con el mundo espiritual.

 A través de ellas, los lakota podían enseñar el pasado e incorporar los acontecimientos vividos al presente.
Conforme las niñas iban creciendo, madres y abuelas se mostraban vigilantes, ya que pronto la infancia acabaría y llegaría para ellas el momento de «tankake» (convertirse en mujer) que sería anunciado a todo el «Tiyospaye».


 «WIKOSKALAKA», LA ADOLESCENCIA
La maduración fisiológica de las chicas lakota implica además cambios en su status social y ritual. La transición de la infancia a la adolescencia en la vida de una mujer está decididamente marcada, mientras que pasa casi inadvertida en la vida de un hombre.

Cuando llegaba el primer ciclo menstrual, la chica era conducida a un tipi nuevo, más allá del círculo del campamento. Una mujer de su familia o elegida por su reputación irreprochable, cuidaba de que no faltara nada y la educaba en sus nuevas obligaciones


Además, debe saber que cada mes, cuando viene su período, ella lleva una influencia con la que ha de tener cuidado, pues la presencia de una mujer en este estado puede quitar el poder a un hombre santo 1. Por tanto, debe observar con cuidado los ritos de purificación que voy a describir, y que nos han sido dados por el Gran Espíritu en una visión.


Antes de recibir la revelación de este rito, era costumbre que durante el período menstrual, la mujer o la muchacha se retirase a un pequeño tipi fuera del círculo del campamento; una mujer le llevaba la comida y nadie más podía acercarse a la tienda.


Cuando una muchacha tenía su primer período menstrual, una mujer mayor que ella le instruía en las cosas que toda mujer debe saber, incluso en el arte de confeccionar mocasines y vestidos.


 Esta mujer de más edad, que purifica a la muchacha con la ayuda del humo aromático, debe ser una persona buena y pura, pues sus virtudes y sus costumbres pasan a la muchacha a la que purifica.


 Antes de que se le permitiera regresar con su familia, la joven todavía había de purificarse en la cabaña inipi.omo mujer y futura madre.

Cuando llegaba a la edad adulta, los padres realizaban un rito importante: «Isnati awicalowanpi» (ellos cantan sobre sus primeras reglas) durante el que se invocaba al Espíritu del Bisonte Blanco intentando asegurar a la iniciada las principales virtudes de una mujer lakota: castidad, fecundidad, amor al trabajo y hospitalidad.

Las mujeres aprendían las virtudes de la Mujer Bisonte Blanco. Para protegerlas de los hombres impúdicos que recorrían el campamento por la noche y se arrastraban bajo los tipis para acostarse con las jóvenes, las madres abrochaban a sus hijas púberes unos cinturones de castidad en cuero crudo.
 La virginidad estaba además garantizada por el hecho de que las jóvenes estaban permanentemente acompañadas de una «carabina», normalmente la abuela.

A esta edad, la joven se concentraba en actividades de mujeres como la cocina, el curtido y la unión de pieles de bisonte para la confección de tipis. Pero, además, tenía una serie de funciones establecidas por los Siete Ritos Sagrados revelados por la Mujer Bisonte Blanco. 
Uno de los más importantes consistía en participar, en tanto que mujer virgen, en la Danza del Sol.
Durante este rito, cuatro vírgenes daban los cuatro hachazos que derribaban el árbol alrededor del cual el resto de los participantes danzaban. A cada una de las vírgenes correspondía una dirección y golpeaban con el hacha siguiendo el orden siguiente: Oeste, Norte, Este y Sur.





Las mujeres jóvenes eran muy preciadas en el seno de las sociedades guerreras. Ellas tenían sus propias sociedades de mujeres, como, por ejemplo, la «Wipata Okolakiciye», hermandad en la que las miembros aprendían las técnicas del bordado con púas de puercoespín según las instrucciones visionarias emanadas de Anukite (la Mujer Doble, también llamada Mujer Ciervo).

 Otra sociedad importante era la formada por las mujeres expertas en el curtido de pieles que se reunían para fabricar los tipis en grupo. «Trepad a la cima de una colina y buscad una mujer del otro lado».

Antes del cortejo, hombres y mujeres eran instruidos en lo relativo a la mejor elección del cónyuge, preferiblemente de otro «Tiyospaye».
 Los ancianos reunían a los niños y les aconsejaban: «Chicos, no busquéis una mujer en la esquina de vuestra morada» («Takoja, tiokahmi etan tawikutun sni po»).



 Los hombres adultos solían decir a los jóvenes: «Trepad a la cima de una colina y buscad una mujer del otro lado».
 El mejor momento tenía lugar al ir a buscar agua al río.

Pero el procedimiento habitual para una joven era esperar fuera de su tipi al caer el sol, charlando con una pariente o amiga de su edad. Ellos, impacientes (y podían ser muchos), avanzaban lentamente formando una fila delante de ella. 
En ese momento, la acompañante se alejaba, dejándola hablar con cada uno de sus pretendientes. Claro que los parientes mayores estaban dentro del tipi de tal manera que podían observar a cada uno de los chicos que se aproximaban.

Cada uno esperaba su turno y cuando llegaban junto a ella, la tomaban en sus brazos y le ponían sobre los hombros la manta de cortejo. Esta práctica recibe el nombre de «sina aopemni inajinpi» (de pié con la manta). Cada uno le contaba sus hazañas guerreras o su habilidad en la caza.
 La elección de ella se fundaba en los actos del joven que eran escrupulosamente evaluados por la familia de ella.
Más tarde, durante la noche, se podía oir el sonido de las «siyotanka» (flautas de amor) tocando suaves melodías. A menudo, la mujer podía reconocer al flautista por su música.

Las madres decían: «Cuando una hija se casa, desaparece para siempre, pero cuando un hijo se casa, recibes una nueva hija».




La ceremonia de matrimonio implicaba esencialmente un cambio de residencia para la esposa que debía unirse al hogar familiar de su marido. Podía pasar mucho tiempo antes de que la banda de su marido y la de su padre se encontraran.

Amigo, haz esto! ¡Amigo, haz esto! ¡Amigo, haz esto!
Para que tu Padre te vea.
Cuando estés de pie en el círculo sagrado,
Eleva tu mano hacia Wankan-Tanka.
Haz esto, y Él te concederá todo lo que deseas.


continuarà.............

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