Leda es hija de un rey de Etolia, llamado Testios, y de Euristemis. Es de una belleza tan sorprendente que hasta llama la atención al propio padre de los dioses.
Antes de que Zeus
la descubra, un hombre se ha enamorado de Leda. Es Tíndaro, un rey de Esparta
huido, que se ha refugiado en Etolia después de que sus hermanos le destronaron
y le querían matar.
Testios le da hospitalidad y le
presenta a Leda, su hija. En cuanto Tíndaro la ve, le gusta tanto que le pide
que se la dé también. El rey accede y Tíndaro y Leda se casan.
Entonces Hércules les ayuda a
reconquistar Esparta. Tíndaro vence a sus hermanos y recupera el trono.
Por aquellos
tiempos, Zeus decide crear la casta de los semidioses, destinados a ayudar o a
fastidiar a los hombres, según el humor.
Quiere que los primeros semidioses
tengan una belleza perfecta y les busca como madres a las mujeres más bellas de
la tierra. Como padre se basta a sí mismo; pues por algo es también el padre de
los dioses.
Tiene noticias de
la belleza de Leda y decide hacerla madre de semidioses.
Tíndaro no le sirve como padre, porque
es mortal y los hijos de dos mortales sólo pueden ser mortales como sus padres.
No ha visto todavía a Leda con sus
propios ojos de dios. La quiere ver antes de elegir el rival de Tíndaro, y una
tarde, a la hora del paseo de Leda, se oculta entre los arbustos del jardín
real.
La ve, le gusta mucho, la ama y da por
resuelta la cuestión del padre: será él mismo.
Apoderarse de Leda
y hacerla madre no le costaba nada. Pero Zeus empezaba a darse cuenta de que
sólo el amor es capaz de dar fruto de hijos útiles a la humanidad, y quiso que,
por primera vez, sus hijos fuesen hijos del amor.
Podía haber tomado la forma humana de un bello
adolescente. Pero Tíndaro era el mejor de los hombres de su tiempo y la
competencia se ponía difícil. Zeus resolvió el problema con astuta habilidad.
Una tarde Leda
estaba en su jardín, junto al lago, y vio que se le acercaba un hermoso cisne.
Nunca había visto un animal tan bello.
El cisne llegó a la orilla y Leda lo
acarició y lo besó. Notó que la carne del cisne se estremecía de placer y
pensó: «Es un animal sensible».
Zeus, que podía seguir los
pensamientos de Leda, comprendió que la cosa iba por buen camino. De vuelta al
Olimpo consultó con su otra hija, Afrodita.
Era su hija predilecta y no tenía
secretos para ella. Afrodita murmuró:
—Lo comprendo; una
gran belleza inspira siempre amor.
—En los hombres,
que son muy sensibles a la belleza, sí. En las mujeres, no.
—Acaso una gran
compasión...
Ya empezaba a saber
Afrodita que la compasión es uno de los sentimientos femeninos que más
fácilmente se transforman en amor.
Zeus y Afrodita hacen un pacto secreto y una
tarde, mientras Leda estaba sentada a la orilla del lago esperando al cisne,
oye en los aires un extraño rumor.
Levanta los ojos y ve llegar a su
cisne querido perseguido de cerca por un águila negra. El cisne no puede
aceptar el combate con otro animal más fuerte y huye, volando disparado hacia
la tierra.
Leda le tiende los
brazos, el cisne la descubre y se refugia en ellos tembloroso. El águila no se
atreve contra Leda y remonta el vuelo.
Esto ocurre en aquella hora tan dulce
del atardecer, cuando el sueño de amor se apodera de todos los corazones
sensibles.
Nadie ha podido
describir el amor del cisne y Leda, porque Zeus, que lo tiene todo previsto,
hizo que se formara una gran nube densa que oscureció la luz del sol.
Se ha sabido que el águila negra
llegó, espacio arriba, hasta el Olimpo y que allí recuperó su verdadera forma.
Era la misma diosa Afrodita que se
había transformado para ayudar a su padre, fingir que atacaba al cisne y
enternecer así el corazón de Leda.
El resultado del
amor de Zeus y Leda no se hizo esperar y revistió la extraña forma de un huevo.
Y del huevo salieron dos niños
gemelos. Ésta es la primera vez que los gemelos figuran en la leyenda, y son
gemelos nacidos, como los auténticos, del mismo huevo de mujer.
Pero Leda, durante su trato amoroso
con Zeus, no había dejado de cumplir con Tíndaro, a quien amaba, sus deberes de
esposa. Y así tuvo un parto doble, en realidad cuádruple, porque empezó por dos
huevos y terminó por cuatro hijos, dos de cada huevo.
En este punto la
leyenda tiene versiones distintas y existe una cierta confusión.
Según la versión más autorizada, de
cada huevo de Leda salió un niño y una niña. Una de las parejitas, la que salió
del huevo cuyo padre era Zeus, era de semidioses inmortales : Pólux y Helena.
Del otro huevo salió una pareja mortal, humana, cuyo padre era Tíndaro: Castor
y Clitemnestra.
En otra versión, la
pareja de gemelos inmortales, hijos de Zeus, son los dos muchachos Castor y
Pólux, y la pareja mortal las dos niñas, Helena y Clitemnestra.
Pero no parece ésta la versión
auténtica, pues por todo lo que ocurre después se sabe que Clitemnestra y uno
de los dos hermanos, Castor, son mortales.
De la inmortalidad de Pólux no se ha dudado
nunca. De la de Helena, sí, y en algunas versiones de la leyenda se la trata, a
última hora, como a un mortal cualquiera.
Muchos poetas griegos cuentan las mismas
leyendas, a veces con siglos de diferencia; pero no las cuentan todos igual. La
antigua leyenda les inspira y la inspiración hace todo lo demás.
Esta Helena, hija
de Zeus y Leda, fue la causa, como explicaremos en otra historia, de la famosa
guerra de Troya. Clitemnestra, la niña de la otra pareja, fue la mujer de
Agamenón, el héroe griego, rey de Argos y de Micenas y hermano de Menelao,
esposo de Helena al principio de la guerra de Troya.
Castor y Pólux
fueron dos bellos mozos, muy parecidos, aunque hijos de padres distintos.
Quizás este parecido fue la causa de
la confusión de las versiones que les suponen salidos del mismo huevo e hijos
ambos de Zeus. Pólux era inmortal, como Zeus su padre, y Castor era mortal como
su padre Tíndaro.
Fueron famosos, acompañaron a los
argonautas en su famosa expedición, invadieron Atenas para recuperar a Helena,
que, muy jovencita, había sido raptada por el viejo rey Teseo, y cuando Castor
murió a manos de su primo Idos, Pólux, desconsolado, rogó a Zeus que le hiciera
morir también.
Zeus no le pudo
complacer, porque Pólux había nacido inmortal, y para no separarle de su
hermano mezcló la inmortalidad de uno con la mortalidad del otro, y los dos
residen desde entonces durante medio año en el reino de los muertos, y durante
el otro medio año en el Elíseo con los inmortales.
Los antiguos les dedicaron dos
estrellas de primera magnitud, en una de las constelaciones del Zodíaco, en
Géminis.
Leda es fuente de inspiraciòn en todas las expresiones del Arte, he aquì
dos poemas .
Leda de Rubén Darío
El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.
Y luego en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata bañado de sol.
Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.
Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.
Y luego en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata bañado de sol.
Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.
Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.
LOS JARDINES DE AFRODITA fragmentos a Leda
FRANCISCO VILLAESPESA
I
El ritmo, el gran rebelde, me rinde vasallaje,
y cuando quiero ríe, y cuando quiero vuela,
y he domado a mi estilo como a un potro salvaje,
a veces con el látigo y a veces con la espuela.
Conozco los secretos del alma del paisaje,
y sé lo que entristece, y sé lo que consuela,
y el viento traicionero y el bárbaro oleaje
conocen la invencible firmeza de mi vela.
Amo los lirios místicos y las rosas carnales,
la luz y las tinieblas, la pena y la alegría,
los ayes de las víctimas y los himnos triunfales.
Y es el eterno y único ensueño de mi estilo
la encarnación del alma cristiana de María
en el mármol pagano de la Venus de Milo.
V
El cisne se acercó. Trémula Leda
la mano hunde en la nieve del plumaje,
y se adormece el alma del paisaje
de un rojo crepúsculo de seda.
La onda azul, al morir, suspira queda;
gorjea un ruiseñor entre el ramaje,
y un toro, ebrio de amor, muge salvaje
en la sombra nupcial de la arboleda.
Tendió el cisne la curva de su cuello,
y con el ala -cándido abanico-,
acarició los senos y el cabello.
Leda dio un grito y se quedó extasiada...
y el cisne levantó, rojo, su pico
como triunfal insignia ensangrentada.
VIII
Para escanciar el vino de mi viña temprana,
Fidias, divino artífice, en marfil y oro puro
modeló fina copa, sobre el más blanco y duro
seno que sorprendiera jamás pupila humana.
Son dos ninfas en arco las asas de esa copa,
y en ella están grabados, entre vides y flores
y sátiros que acechan, los lúbricos amores
de Leda con el Cisne, y el Toro con Europa.
Amada, ¡bebe y bésame! Al destino no temas,
que al borde de la copa rebosante de gemas,
cinceló Anacreonte estos versos divinos
cuyo ritmo el secreto de la existencia encierra:
-Bebe, ama y alégrate mientras sobre la tierra
haya labios de rosas y perfumados vinos.
IX
Con el fervor de un lapidario antiguo,
quiero miniar a solas y en secreto,
la tentación de tu perfil ambiguo
en las catorce gemas de un soneto.
Para nimbar tu tez blanca y severa,
a modo griego, cual real tesoro,
recogerá tu negra cabellera
sobre la nuca un alfiler de oro.
En líneas escultóricas plegada
la túnica e inmóvil la mirada
con la clásica unción de las flautistas...
La siringa en el labio, y temblorosos
sobre el registro, en gestos armoniosos,
tus dedos enjoyados de amatistas.
X
Para cantar mi mente quiero un verso pagano;
un verso que refleje la cándida tristeza
del azahar, que, trémulo, deshoja su pureza
a las blancas caricias de una tímida mano.
No amortajad mi cuerpo con el sayal cristiano;
ceñid de rosas blancas mi juvenil cabeza,
y prestadme un sudario digno por su riqueza
de envolver a un fastuoso emperador romano.
¡Que abra la cruz sus brazos en negra catacumba!
Yo amo al sol, luz y vida, y quiero que en mi tumba
brotes, cual dulces versos, las más fragantes flores.
Y que al son de la flauta y del sistro, en la quieta
tarde, las locas vírgenes tejan danzas de amores
en torno de la estatua de su muerto poeta.
hola podrias indicar los a utores de cada una de las obras? Algunas las he identificado pero otras, no.
ResponderEliminarGracias.
Pues naturalmente , las pondrè en breve, como màximo dame una semana, esto lo hago en ratos libres, gracias por visitarme y, me encantaria que te registraras para poder avisarte en cuanto lo ponga, un abrazo: Fuensanta
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