lunes, 9 de abril de 2012

MUTUS LIBER. El Libro Mudo I


 Primera Làmina

MUTUS LIBER...¡El libro mudo! Tal es el título sorprendente y abreviado del tratado de alquimia que está compuesto únicamente de imágenes y que presentamos a la curiosidad, si es que no al interés, de todos los aficionados.
 He aquí la explicación que sigue inmediatamente a estos dos primeros vocablos sobre la plancha inicial, que traducimos y que se muestra bastante prometedora de los frutos a recolectar:

...en el cual sin embargo, toda la Filosofía hermética está representada en figuras jeroglíficas, que está consagrado a Dios misericordioso, tres veces  muy bueno y  muy grande, y dedicado sólo a los hijos del arte, por el autor de quien el nombre es   Altus.

No se nos escapa el doble sentido cabalístico, es decir el juego que permite el latín, entre el dativo plural de  solus y el genitivo singular de sol semejantemente ortografiados, y que hace que podamos entender   tanto dedicado a los hijos del arte y del sol  como y  dedicado sólo a los hijos del arte: solisque filiis artis dedicatus.
No encontramos luego en la obra más que las pocas palabras de las dos páginas penúltima y última; esta, la décimoquinta, aquella  llevando el número 14 y, por su parte, la sentencia en palabras latinas que se repiten aporfía y de la que el imperativo consejo parece más bien gracioso, en un libro donde la lectura ordinaria no tieneo ocasión de ejercerse:

ORA LEGE LEGE LEGE RELEGE LABORA ET INVENIES
Ora, lee, lee, lee, relee, trabaja  y encontrarás.

Consejo caritativo, alentador y preciso, que, seguido en la humildad y la paciencia, suministra la llave que abre el jardín de los filósofos y su escala de acceso al mundo desconocido   del subconsciente universal. La alquimia  dispensa, precisamente, este estado de consciencia o gracia real, que se armoniza, en el sabio, con la fecunda dualidad Amor y Conocimiento, generatriz del permanente deseo de mejora.

Esta primera plancha es también la página de título, de la que el sujeto principal es el personaje profundamente dormido, que renueva, en ese último cuarto del siglo XVII,el sueño profético del patriarca  Jacob, en tiempos del Génesis.
Beatífico, nuestro héroe sonríe en su visión interior, a imitación del hijo de Isaac, la cabeza apoyada sobre la piedra que le sirve  de almohada y de la que el dativo latino Rupellae (en la Rochelle),situado justo debajo del nudo  que retiene las dos fuertes ramas de rosal, recuerda oportunamente que no se trata ahí de una piedra ordinaria.
Es preciso, ¡ay!, convenir de esto que, en el estado de vigilia, pese a toda apariencia,el hombre duerme de ordinario tan profundamente, que las estridencias de todas las trompetas de los ángeles del cielo no bastarían para despertarle a la visión exacta de las cosas de la tierra.
Desde otro punto de vista, en el dominio operativo, no es menos cierto que el sujeto del Arte, nuestro mineral elegido, está sumido también en la modorra muy cercana  a la muerte, y debe sufrir un violento choque de ondas, del cual suministran perfectamentela expresión simbólica el grito, el clamor, el sonido agudo de los instrumentos de metal.

Segunda Làmina

En la segunda lámina del Mutus Líber encontramos, partiendo de abajo, al alquimista arrodillado delante del atanor (horno en cuyo interior se encuentra el crisol que contiene los ingredientes para la realización de la gran obra, es decir, la realización de la piedra filosofal) con la Sóror Mystica, esto es, la «hermana» que, según algunas tesis, sería indispensable para efectuar la transmutación alquímica.
Ambos, alquimista y «hermana mística», oran a los lados del horno alquímico, mientras que por encima de ellos dos ángeles sostienen un jarrón de vidrio en cuyo interior están encerrados Neptuno, el Sol y la Luna. 

Toda la escena está iluminada por la presencia simbólica en la parte superior del Dios Sol, que atraviesa las nubes. Probablemente esta ilustración sea la representación del comienzo de la operación alquímica, expresada a través de la plegaria que desde abajo sube hacia arriba.

Tercera Làmina

La tercera lámina propone una representación de las operaciones necesarias para la realización de la obra, como una secuencia articulada que se desarrolla en el interior de una composición que parece remitir a un antiguo mapa geográfico.

En la parte superior probablemente se encuentra representado Júpiter, que, montado sobre un águila, moñuda como el Ave Fenix,observa los niveles inferiores, estructurados en una dinámica concéntrica que recuerda los distintos niveles del mundo creado.

 El círculo exterior presenta las antípodas: el cielo y el mar; el intermedio representa la tierra, y el del centro, una alegoría de la tentativa del alquimista y la «hermana mística» de capturar a Neptuno.

 Los tres planos están unidos entre sí por unos signos esenciales: el tridente de Neptuno, que penetra en el círculo central, la tierra, y la plomada del alquimista, que desde la tierra alcanza el círculo del mar en la dirección de una sirena simbólica cuya forma recuerda a la mítica Melusina.

El soberano de los dioses se sienta en lo más alto, en el seno del Empíreo que el médico de Ginebra identificó con las sombras cimerias, en él a mitad de página, al nivel de los dos astros que alumbran la tierra cada uno a su turno.
Sobre los dos grandes luminares del cielo, sobre sus virtudes inapreciables, concurrentes a la existencia sana sobre la tierra, 
Alexander Sethon, llamado el Cosmopolita,vitupera la inconcebible debilidad de los hombres que, en su mayor parte, pasan de la inatención adquirida por el hábito, al olvido lentamente instalado en la sujeción:
En esta santa y muy verdadera ciencia, se encuentra en las tinieblas nocturnas aquél para quien no luce el sol; está en la oscuridad espesa aquél para quien, de noche, no aparece la luna.


Cuarta Làmina
La cuarta estampa desvela, positivamente, uno de los más grandes arcanos de la obra física. El influjo cósmico, en abanico inmenso de franjas rectas, alternativamente rayadas y salpicadas, cae, desde el centro del cielo, de un punto que se sitúa entre el sol y la luna. 
No hay autor que haya indicado tan sinceramente el agente principal del movimiento y de las transformaciones, tanto en la superficie como en el centro de la tierra.

Es precisamente la intervención de este agente cósmico, quien diferencia a la alquimia de la química, orgullosamente empírica y paralela. El secreto se muestra hasta el punto importante, que Magophon hizo sin duda un esfuerzo muy grande contra sí mismo para disimularlo cuando acabó de escribir estas pocas líneas, sin embargo muys ignificativas:
Sin en concurso del cielo, el trabajo del hombre es inútil. No se injertan los árboles ni se siembra el grano en todas las estaciones. Cada cosa en su tiempo. La Obra filosofal es llamada la Agricultura Celeste, y no sin razón; uno de los más grandes autores ha firmado sus escritos con el nombre de Agrícola, y otros dos excelentes adeptos son conocidos bajo los nombres de Gran Campesino y Pequeño Campesino


Introducciòn



Continuarà..................

No hay comentarios:

Publicar un comentario